De hábitos y jaulas…
En un pequeño pueblo aislado, vivían plácidamente muchas familias con una
tranquilidad casi total, excepto por un tema:
Los jabalíes del monte atacaban constantemente sus hogares y el pueblo arrasando todo a su paso en busca de comida.
Por supuesto, los lugareños habían tratado diferentes formas de ahuyentar a los jabalíes, pero ninguna con éxito.
Un día, un viejo forastero llegó al pueblo y pidió pasar la noche allí para continuar su viaje al día siguiente y una familia le ofreció su casa.
Durante la cena, el anciano preguntó sobre el caos exterior y el dueño de casa le contó. El viejo escuchó atentamente la historia y les dijo:
"Hace años, cuando yo estaba trabajando en un poblado más al norte, tuvimos el mismo problema. Un día, un hombre sabio vino y nos enseñó a recuperar el control sobre nuestras vidas. Puedo decirles qué hacer, pero tienen que prometer que seguirán cada una de mis instrucciones, incluso si tienen dudas"
Temprano a la mañana siguiente el dueño de casa recorrió el pueblo pasando la voz y los vecinos se reunieron.
Escucharon al anciano y estuvieron de acuerdo en seguir las indicaciones ya que las pérdidas eran cada vez mayores.
"En primer lugar", aconsejó el anciano, "todas las mañanas reunirán comida y la pondrán en el centro del campo vacío a la salida del pueblo."
A los habitantes del pueblo les pareció lógico pues al menos de esta manera cuando los jabalíes vinieran, no destrozarían sus hogares. Y así lo hicieron.
Ese día, más de treinta jabalíes se reunieron a comer en el campo. Al cabo de unos días, esto se convirtió en una rutina y en muy poco tiempo, cientos de jabalíes arrasaban con la comida preparada en ese lugar.
Una vez más, los habitantes del pueblo se reunieron y el anciano les dio nuevas instrucciones: colocar cuatro pilares en las cuatro esquinas de ese campo. Los jabalíes, listos para el festín de todos los días, no se dieron cuenta del cambio.
Se enfocaron en el hábito que habían establecido: Llegar a un campo lleno de alimentos y comer hasta hartarse.
En el transcurso de una semana, tres cercos se levantaron poco a poco alrededor del campo. Los jabalíes ignoraban los cambios pasando a través de la única parte que quedaba abierta. Hasta que un día, mientras estaban ocupados comiendo, la cuarta y última valla se levantó.
Todo el mundo aplaudió. No habría más destrucción y habría abundancia de alimentos.
Esa noche el pueblo le dio las gracias al anciano por toda su ayuda e hicieron una fiesta para despedirlo.
Lo que se había logrado era fantástico y ahora su felicidad era completa.
Fin del cuento.
Podemos aprender algo de esto, además de lidiar con jabalíes?
Ciertamente, hay aquí una valiosa lección.
Si nos fijamos en el comportamiento de los jabalíes, vemos lo fácil que es desarrollar hábitos, especialmente aquellos del tipo conveniente.
Vemos como ellos se acostumbraron a conseguir comida fácil, y esto llegó a ser tan cómodo que ignoraron las alertas y los signos de peligro.
Nosotros también hacemos eso, también desarrollamos hábitos y nos sentimos cómodos en ellos, tanto que hasta el pensamiento de cambio se nos hace perturbador.
Por supuesto, romper hábitos es una tarea mucho más difícil que adquirirlos.
Sólo aquellos que son conscientes de sus hábitos y están dispuestos a cambiarlos según las necesidades, serán capaces de mantenerse alejados de las trampas que la vida nos va poniendo demasiado a menudo.
Cuantas veces nos fuimos metiendo en la jaula por comodidad?
Por qué nos es tan difícil darnos cuenta o estar atentos a las señales de peligro?
Podemos estar prevenidos, pero para ello, tenemos que tener la mente clara y mucha voluntad para analizar críticamente las situaciones de bienestar, de la misma manera que hacemos con las que nos causan malestar.
Aunque la estemos pasando muy bien, hay que estar atentos. Siempre es bueno mirar con frecuencia alrededor para ver si en algún lugar comenzaron a aparecer las cercas, esas cosas que nos pueden quitar la libertad de acción o elección en el futuro cercano…
Fuente: Advisity, Dr. Daniel Sachi