Estando
en un seminario en una escuela de negocios, un profesor llegó al aula
con una jarra de cristal.
Nos miró fijamente y todos nos preguntábamos
qué iba a pasar.
De repente se dirige a nosotros y nos pregunta, ¿qué tengo en las manos?, y todos contestamos lógicamente, que tenía una jarra.
Acto seguido preguntó, ¿qué hay dentro de la jarra?, todos coincidimos respondiendo nada, no hay nada en la jarra.
Con tono condescendiente y sonriendo, nos rectificó diciendo que estábamos equivocados, pues estaba llena
de aire.
Claro, todos nos reímos al oír tal tontería, pero seguía de
pié y con la jarra en las manos.
Se giró y cogió una bolsa con piedras y
la vació dentro de la jarra.
Volvió a preguntar, ahora la jarra está llena de piedras, ¿cabe algo más?.
Todos dijimos que no, que ya estaba a tope y era imposible.
Volvió a
girarse y cogió otra bolsa, esta vez llena de piedritas.
La vació dentro de
la jarra y volvió a preguntar, ahora ¿cabe algo más?.
Una vez más contestamos que ya era imposible meter algo más.
Otra
vez nos rectificó. Se giró y cogió otra bolsa, en esta ocasión, de
arena.
Volvió a vaciarla en la jarra y poco a poco se fue llenando de
arena hasta el mismísimo borde de la jarra.
Aparentemente era imposible
llenarla con algo más, pero aún así volvió a preguntarnos.
¿Cabe algo más en la jarra?
Ya dudando dijimos que no, pero como esperábamos, se volvió a girar y
cogió una botella de agua que, por supuesto, vació por completo dentro
de la jarra.
Ahora
es cuando ya no cabe nada más, nos dijo.
Con todo esto, os he querido
demostrar que si nos preocupamos de valorar todo lo que tenemos que
hacer en un día, semana, mes, etc., podemos llegar a hacerlo sin que nos
falte tiempo.
El secreto, saber p-r-i-o-r-i-z-a-r y diferenciar lo urgente y lo importante de lo no urgente y lo no importante.
Una vez dicho eso, se dió media vuelta y salió del aula, la clase había acabado.
Aunque corta, nunca olvidaré esa lección.
Fuente: empatic