Ser analfabeto emocional es ser incapaz de reconocer, entender, aceptar y
gestionar las emociones propias y ajenas.
En la actualidad, a pesar de poder tener fácil, rápido y cómodo
acceso a la formación y a la información, seguimos sin ser personas más
equilibradas psicológica y emocionalmente, ya que sigue existiendo una
asignatura pendiente: el aprendizaje emocional. Seguimos siendo
incapaces de controlar y gestionar adecuadamente las emociones.
Y cuando menos, resulta curioso que en las redes sociales, muchos
dicen querer cambiar el mundo, y sin embargo, pocos dicen querer
cambiarse a sí mismos.
¿Demagogia, ignorancia o ambas?
¿Por qué no somos inteligentes emocionales?
Existe una etapa idónea para aprender a gestionar asertivamente las
emociones, la cual se correspondería con las etapas iniciales de la
vida: la niñez, la adolescencia y la juventud; aunque esta idoneidad no
afirma que no podamos iniciar el aprendizaje emocional en etapas más
tardías de la vida.
Hoy la neurociencia nos ha explicado la plasticidad
del cerebro. Plasticidad que permite que el aprendizaje y el cambio se
puedan realizar a cualquier edad.
Vamos, que no hay disculpas plausibles
para no aprender en cualquier momento de la vida. Y doy fe que se puede
realizar a través de los múltiples coachees con los que he tenido el
privilegio de trabajar.
Diversas investigaciones confirman que los niños desde muy pequeños
son capaces de leer, comprender e incluso manipular las emociones de las
personas que les rodean, sobre todo las de los adultos.
Entonces, ¿qué
ocurre posteriormente?
Que desarrollamos el sistema cognitivo, la zona
del cerebro relacionada con las matemáticas, la lengua, etc... y sin
embargo, no desarrollamos el sistema límbico, la zona del cerebro
relacionada con las emociones.
Este aprendizaje se debería realizar en
la familia y en el colegio, enseñando a resolver los conflictos de la
forma adecuada desde pequeños.
Y aquí es donde "con la iglesia hemos
topado querido Sancho" que diría nuestro afamado hidalgo Don Quijote.
Como consecuencia, es frecuente encontrar a muchos adultos incapaces
de relacionarse adecuadamente, porque no han aprendido a relacionarse
consigo mismos y con otras personas de una forma asertiva.
Estos adultos
tenderán a culpabilizar a los demás de sus errores, fracasos y
frustraciones, evitando el autoconocimiento y la responsabilidad de sus
actos. Y con la sociedad hedonista en la que nos encontramos, donde el
"yo" y el "ahora" es lo más trascendental, tenemos el caldo de cultivo
idóneo para eximirnos de cualquier responsabilidad.
¿En qué se basa el aprendizaje emocional?
El aprendizaje emocional se basa en 5 puntos:
1. Empatía: ser capaces de reconocer, aceptar y
comprender las emociones ajenas sabiendo ponerse en el lugar del otro y
aceptando a los demás tal cómo son.
2. Habilidades sociales:
gestionar las emociones de forma asertiva para lograr lo mejor de cada
uno. Una persona que tiene entrenadas las habilidades sociales, será
capaz de actuar como mediador en los conflictos interpersonales, de
asumir el liderazgo de los grupos y de dar apoyo emocional a quién lo
precise.
3. Autoconciencia: aprender a reconocer las
emociones, es decir, saber diferenciar la tristeza de la depresión, la
ansiedad del abatimiento... y sobre todo, ser capaces de explicar su
origen y por qué y cuándo se suscitan.
4. Autocontrol: aprender a gestionar las emociones negativas, es decir, controlar la ira, la irritabilidad, liberarse de la depresión...
5. Automotivación: aprender a plantearse objetivos, así como favorecer emociones positivas que faciliten la consecución de los mismos.
¿Para qué sirve la inteligencia emocional?
Sin Inteligencia Emocional no se está capacitado para dirigir equipos
y/o vender
de la forma en que hoy es necesario.
Quienes ocupen estos
puestos, deberán asumir su déficit e iniciar el cambio, o tendrán que
dejar el puesto a otra persona más inteligente emocionalmente.
La Inteligencia emocional sirve para aceptarnos y aceptar a los
demás. Es el aceite que suaviza las relaciones interpersonales,
haciéndonos expresar las emociones de la forma adecuada ante cualquier
eventualidad o conflicto.
• En el ámbito profesional, es esencial para crear un buen clima
laboral y que las relaciones fluyan en buena dirección. Sin ella, es
difícil que haya motivación, eficiencia y productividad durante mucho
tiempo.
• En el ámbito personal, si bien cada uno es libre de
autodestruirse como más le guste, nadie es libre para dañar a los demás.
Sin ella, no existen las relaciones sanas y cordiales.
Es un aprendizaje que merece la pena.
Fuente:Francisco Helguera