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11 de mayo de 2015

Riqui - Historias personales para compartir


. . . se junta conmigo todos los sábados, alrededor de las siete de la tarde, en el cafecito de la esquina del colegio en donde hicimos algunos años de nuestra escuela secundaria, aunque no estuvimos en la misma división. 

En estos últimos meses Riqui llega con el cabello mojado porque viene de sus sesiones de rehabilitación, lo que implica que tenga que hacer ejercicios en una piscina junto con un grupo bastante numeroso de muchachos, todos accidentados, con diferente gravedad de lesiones.

Habitualmente lo saludo con una referencia a nadadores destacados de nuestro deporte.

" ¿ Qué hacés, Nicolao ? "

" ¡ Meolans, viejo nomás ! "

" Che, Riqui, recién pasó Georgina Bardach  y te dejó saludos."

" ¿  En qué nadás . . . digo . . . en que andás, Abertondo ? "

" ¿ Entrenando o estrenando, Candiotti ? "

Él sonríe condescendiente, acostumbrado a mi sin sentido del humor, deja el bolso a un costado y se sienta.

Mi amigo es rubio y tiene pinta, es alto, delgado, peina algunas canas, pocas, conserva la mayoría de su cabellera actualmente más corta que en los años setenta, usa bigotes y conserva la cara juvenil.

Antes su sonrisa era fácil y contagiosa.

Ricardo pasea ahora varios pares de clavos y un par de placas de una aleación de titanio en su pierna izquierda.

Su tibia y su peroné se fracturaron en el accidente en el cual Pistola perdió la vida.

Un vehículo de gran porte invadió el carril por el cual circulaban en el automóvil conducido por Pistola, dentro de la velocidad establecida como máxima - según pudieron establecer las pericias del siniestro- , con las luces bajas encendidas y en perfectas condiciones de funcionamiento.

Además, Riqui sufrió múltiples traumatismos menores y escoriaciones.
A veces, al salir del bar, se toma de mi brazo hasta que llegamos al auto.

Me explica que, no es muy frecuente pero tiene problemas leves de equilibrio.

A consecuencia de la conmoción cerebral que superó sufre también de pérdidas de memoria parciales.

Fuí victima de sus despistes, sin embargo . .

Es imposible enojarse con Riqui.

Es una de las razones por las cuales Pistola se lo llevó a trabajar con él.

Cuando había que decir : " No." ; Riqui sabía como hacerlo sin herir suceptibilidades, ni crear rencores.

Cuando había que dar noticias desagradables era Riqui, y no Pistola, quien le hacía frente a la situación. 

Una condición adicional a su gran capacidad de trabajo.

A su versatilidad.

Pistola fue pionero en instalar una farmacia sin ser farmacéutico y la transformó en una cadena, en abrir un pool, en inaugurar una cancha de paddle, en armar videoclubes, en gerenciar parripollos y en reciclar propiedades con mejor visión a futuro que cualquier arquitecto.


Entraba a un rubro sin conocerlo a fondo y salía de él vendiendo los fondos de comercio antes de que el exceso de inversores o las voraces presiones fiscales derrumbaran el negocio.

En cada actividad Riqui fue su mano derecha.

Pistola, que no tenía un gramo de tonto, le pagaba excelentemente bien a Ricardo por secundarlo.

 

Por eso Riqui solventó de su bolsillo los gastos médicos que generó su internación y está pagando los EEG - Exámenes de ondas cerebrales -, las tomografías computadas, las resonancias magnéticas y todos los otros estudios que debe y quiere hacer para controlar su rehabilitación.

Pistola y Riqui nunca formalizaron su vínculo laboral.

Ni Graciela, la viuda de nuestro amigo, ni sus hijos, aunque desean con todo su corazón hacerlo, están hoy en condiciones de poder asistirlo, debiendo enfocarse en la resolución de sus propios y graves problemas financieros surgidos por el fallecimiento de Pistola. 

Riqui es consciente de que mientras dure la incapacidad temporal que lo afecta deberá pagar de sus ahorros la continuidad y el desarrollo de la vida normal de su familia, de su esposa, de sus tres hijos ; de su madre y de sus suegros, a los que " ayuda ".
 
De lo que no tiene conocimiento es del tiempo en que durará esta incapacidad, ni de si necesitará una o más intervenciones quirúrgicas en su zurda, con la que supo hacer tantos goles y tirar centros a las cabezas en los picados del club y de la plaza enfrente del policlínico.

La única vez que hablamos con Pistola de una póliza, para que suscribiera un seguro de vida, hace más de diez años atrás, Riqui, su hombre clave, el de su mayor confianza, estaba presente. 

Con ambos, mis mejores amigos, mis compinches, mis consultores preferidos, compartí las posibilidades de incorporar en estas coberturas las cláusulas de fallecimiento accidental y de incapacidad.

Pistola, se los conté, declinó mi ofrecimiento.

Riqui, se comportó igual que muchas otras personas con las cuales hablo de seguros, hizo como que no le hablaba a él, incluso cuando Pistola nos dejó solos en su oficina, siendo que mi intención desde la amistad y desde lo profesional, era que mis dos amigos estuviesen protegidos.

Pistola podía brillar más como emprendedor exitoso ante los contactos profesionales y los proveedores, pero los tres sabíamos que la mayoría de sus " goles " empresariales, de sus golazos en los distintos nichos de mercado, sus " taquitos ", sus " palomitas ", sus " chanfles " a la red eran preparados y centrados por Ricardo.

Riqui se autoexcluyó de la posibilidad de suscribir un seguro de vida.



¡ El habilidoso que dejaba los balones servidos en el área chica al goleador del equipo no se permitió una anotación personal !

¿ Trabajó tanto para el conjunto que se habituó a postergarse a sí mismo ?

Me resulta evidente, como crítica a mi desempeño, que no puntualicé lo suficiente que estábamos hablando de ellos y de sus familias, porque ambos me contestaron desde lo individual y sé, los conozco desde nuestras adolescencias, de su generosidad y que los dos lo harían todo y más por los suyos.

De Pistola, desde su rol, lo tenía dentro de las posibilidades que evalué antes del encuentro.

De Riqui, me sorprendió.
 
Tal vez sea un mecanismo psicológico de protección, una suerte de autodefensa psíquica, lo ignoro . . . 

Si usted cuando le hablan de los seguros de vida tiene el mismo comportamiento que Ricardo, le deseo que tenga el mismo respaldo económico personal que él tiene.

Y ruego fervientemente que a todos ustedes les alcance para superar las circunstancias económicas y los traumas físicos y psíquicos posteriores.


Si no es así, quizás . . . le sería conveniente concertar una entrevista con un productor asesor de seguros para protegerse usted y para proteger a quienes dependen de usted : sus seres queridos, su familia.
 
Por favor, no se autoexcluya, ni los excluya.


Gracias Alejandro Lacquaniti por compartir tu historia con nosotros. 


6 de marzo de 2015

Pistola - Historias personales para compartir

Pistola 

. . . Pistola es mi amigo desde que los dos teníamos quince años.

La mayoría de mis amistades se generaron en la escuela secundaria, sin embargo a Pistola lo conocí en el club y comenzamos siendo de alguna forma rivales.

Jugábamos a la pelota todos los fines de semanas, a veces en el mismo equipo, otras veces enfrentados.

Eso sí, en los veranos, en la piscina, parábamos en el mismo sector y ahí comenzó a forjarse nuestra amistad alternando competencias acuáticas informales y la contemplación de las pibas que frecuentaban la institución en los setenta. 


A los dieciocho nos postulamos para ingresar a trabajar al mismo banco y nos tomaron a los dos, junto con otro de los muchachos que conocíamos de los picados en las canchitas de atrás del natatorio. 

Entre los tres nos hicimos más unidos todavía porque coincidimos en un sector de la entidad que se encontraba en formación, el de la intermediación financiera y a ese proyecto nos incorporaron a Pistola, a Riqui y a mí.

Letras de cambio, certificados de participación y custodia, plazos fijos.

La mesa de dinero y nosotros los pinches satelitales del fenómeno del momento.

Circulares del banco central y más circulares que teníamos que conocer y aplicar.

Normas, procedimientos, balanceos, controles y cadeteos . . .

No duramos demasiado como bancarios, después de charlarlo durante horas y horas en la cocinita de la oficina, de a uno y esta vez en distintas firmas, fuimos tomando a la representación comercial como profesión. 

Pistola, pionero como siempre, el más veloz del trío, nos indicó el camino a Ricardo y a mí.

Graciela, su novia ( una de las más simpáticas y bonitas participantes que tuvieron los concursos de belleza del club ) y Pistola me convencieron de que fuera testigo de su matrimonio.

Una tarde junto con Riqui y nuestras simpatías de aquellos años, nos encontramos trajeados y emocionados viendo en un registro civil de Capital casarse a nuestro amigo, recién recibido de profesional, ya que también se hacía tiempo para estudiar.

Después, a la noche, la iglesia, la fiesta y lo demás.

Luego, rápidamente y en seguidilla llegaron los hijos de nuestros amigos, tres, con diferencia de un año entre sí.

Crecimos todos y . . . una sóla vez, cuando llegamos a los cuarenta y cinco hablé con Pistola a fondo de nuestra profesión.

Muchas veces le pedí consejos, los escuché y los seguí, por el respeto que el supo ganarse de mí y de todos a quienes iba conociendo.

Me pregunto si eso no marcó una diferencia de roles en nuestra amistad, ya que aquella vez que tocamos a fondo el sentido de mi actividad y el que sería definitivamente mi norte profesional Pistola me respondió, un poquito sorprendido de mi osadía, desde cierta distancia y condescendencia, aunque conservando el afecto fraternal.

- Mirá, Flaco, ya me ocupé de estas cosas, ya lo pensé, tengo todo ordenado, nadie mejor que vos sabe que tengo propiedades, también el estudio, además, entre nosotros, tengo inversiones y un " canutito " interesante en la caja de seguridad . . . - me explicó, dejando el pocillo en el platito.

Le sonreí.

- No tengo pensado entregar el envase. - continuó respondiendo a mi sonrisa - Pero si eso me pasara, Graciela y los chicos no tienen de que preocuparse, tendrán todo resuelto. Quedate tranquilo. - concluyó.

Soy argentino, soy porteño, cada vez que alguien me dice : " - Quedate tranquilo.- " Me preocupo.

Una alarma silenciosa se activa en mi cerebro.

Por no discutir con mi amigo, confiando como de costumbre en sus palabras, no insistí.

Tampoco me lo hubiera permitido, su tono tajante resultó inconfundible.

Tema cerrado.

Hoy estoy consternado.

Acabo de cortar con Ricardo.

Graciela lo citó para lo mismo que a mí, para preguntarle si sabe algo, si la puede orientar ahora.

Por no preocuparla, Pistola, en su papel de proveedor de la familia a la vieja usanza, la de la vieja escuela, le contaba la mitad de los asuntos laborales y ninguno de los aspectos financieros de su actualidad.

Como en una búsqueda del tesoro pudieron ubicar una de sus cajas de seguridad, con una mediana suma de efectivo .

Sin ninguna de las escrituras y ninguna constancia o estado de cuenta o resumen que certifique inversiones que Graciela calcula, con bases razonables, que deben existir.


De las cuentas corrientes y cajas de ahorros a nombre de Pistola, solamente en dos está registrada también su esposa.

A veces, cuanto más vivo para los negocios es un hombre, más deja afuera de ellos a su familia.


Comparte con ellos los resultados, los deja afuera de los procesos y de la tensión que los mismos generan.
Ni Ricardo, ni yo, sus amigos de más confianza, los más cercanos, sabemos que decirle a nuestros entrañables amigos : Graciela y los pibes de Pistola, ya casi hombres.

Él ya no está físicamente con nosotros.

Siento que todavía somos amigos y que jamás me voy a disculpar el no haber hasta peleado con él, si hubiese sido el caso, hace más de diez años atrás la única vez que hablamos de una póliza, para que suscribiera un seguro de vida.

Gracias Alejandro Lacquaniti por compartir tu historia con nosotros.