. . . se junta conmigo todos los sábados, alrededor de las siete de la tarde, en el cafecito de la esquina del colegio en donde hicimos algunos años de nuestra escuela secundaria, aunque no estuvimos en la misma división.
En estos últimos meses Riqui llega con el cabello mojado porque viene de sus sesiones de rehabilitación, lo que implica que tenga que hacer ejercicios en una piscina junto con un grupo bastante numeroso de muchachos, todos accidentados, con diferente gravedad de lesiones.
Habitualmente lo saludo con una referencia a nadadores destacados de nuestro deporte.
" ¿ Qué hacés, Nicolao ? "
" ¡ Meolans, viejo nomás ! "
" Che, Riqui, recién pasó Georgina Bardach y te dejó saludos."
" ¿ En qué nadás . . . digo . . . en que andás, Abertondo ? "
" ¿ Entrenando o estrenando, Candiotti ? "
Él sonríe condescendiente, acostumbrado a mi sin sentido del humor, deja el bolso a un costado y se sienta.
Mi amigo es rubio y tiene pinta, es alto, delgado, peina algunas canas, pocas, conserva la mayoría de su cabellera actualmente más corta que en los años setenta, usa bigotes y conserva la cara juvenil.
Antes su sonrisa era fácil y contagiosa.
Ricardo pasea ahora varios pares de clavos y un par de placas de una aleación de titanio en su pierna izquierda.
Su tibia y su peroné se fracturaron en el accidente en el cual Pistola perdió la vida.
Un vehículo de gran porte invadió el carril por el cual circulaban en el automóvil conducido por Pistola, dentro de la velocidad establecida como máxima - según pudieron establecer las pericias del siniestro- , con las luces bajas encendidas y en perfectas condiciones de funcionamiento.
Además, Riqui sufrió múltiples traumatismos menores y escoriaciones.
Me explica que, no es muy frecuente pero tiene problemas leves de equilibrio.
A consecuencia de la conmoción cerebral que superó sufre también de pérdidas de memoria parciales.
Es imposible enojarse con Riqui.
Es una de las razones por las cuales Pistola se lo llevó a trabajar con él.
Cuando había que decir : " No." ; Riqui sabía como hacerlo sin herir suceptibilidades, ni crear rencores.
Cuando había que dar noticias desagradables era Riqui, y no Pistola, quien le hacía frente a la situación.
Una condición adicional a su gran capacidad de trabajo.
A su versatilidad.
Pistola fue pionero en instalar una farmacia sin ser farmacéutico y la transformó en una cadena, en abrir un pool, en inaugurar una cancha de paddle, en armar videoclubes, en gerenciar parripollos y en reciclar propiedades con mejor visión a futuro que cualquier arquitecto.
Entraba a un rubro sin conocerlo a fondo y salía de él vendiendo los fondos de comercio antes de que el exceso de inversores o las voraces presiones fiscales derrumbaran el negocio.
En cada actividad Riqui fue su mano derecha.
Pistola, que no tenía un gramo de tonto, le pagaba excelentemente bien a Ricardo por secundarlo.
Por eso Riqui solventó de su bolsillo los gastos médicos que generó su internación y está pagando los EEG - Exámenes de ondas cerebrales -, las tomografías computadas, las resonancias magnéticas y todos los otros estudios que debe y quiere hacer para controlar su rehabilitación.
Pistola y Riqui nunca formalizaron su vínculo laboral.
Ni Graciela, la viuda de nuestro amigo, ni sus hijos, aunque desean con todo su corazón hacerlo, están hoy en condiciones de poder asistirlo, debiendo enfocarse en la resolución de sus propios y graves problemas financieros surgidos por el fallecimiento de Pistola.
Riqui es consciente de que mientras dure la incapacidad temporal que lo afecta deberá pagar de sus ahorros la continuidad y el desarrollo de la vida normal de su familia, de su esposa, de sus tres hijos ; de su madre y de sus suegros, a los que " ayuda ".
La única vez que hablamos con Pistola de una póliza, para que suscribiera un seguro de vida, hace más de diez años atrás, Riqui, su hombre clave, el de su mayor confianza, estaba presente.
Con ambos, mis mejores amigos, mis compinches, mis consultores preferidos, compartí las posibilidades de incorporar en estas coberturas las cláusulas de fallecimiento accidental y de incapacidad.
Pistola, se los conté, declinó mi ofrecimiento.
Riqui, se comportó igual que muchas otras personas con las cuales hablo de seguros, hizo como que no le hablaba a él, incluso cuando Pistola nos dejó solos en su oficina, siendo que mi intención desde la amistad y desde lo profesional, era que mis dos amigos estuviesen protegidos.
Pistola podía brillar más como emprendedor exitoso ante los contactos profesionales y los proveedores, pero los tres sabíamos que la mayoría de sus " goles " empresariales, de sus golazos en los distintos nichos de mercado, sus " taquitos ", sus " palomitas ", sus " chanfles " a la red eran preparados y centrados por Ricardo.
Riqui se autoexcluyó de la posibilidad de suscribir un seguro de vida.
¡ El habilidoso que dejaba los balones servidos en el área chica al goleador del equipo no se permitió una anotación personal !
¿ Trabajó tanto para el conjunto que se habituó a postergarse a sí mismo ?
Me resulta evidente, como crítica a mi desempeño, que no puntualicé lo suficiente que estábamos hablando de ellos y de sus familias, porque ambos me contestaron desde lo individual y sé, los conozco desde nuestras adolescencias, de su generosidad y que los dos lo harían todo y más por los suyos.
De Pistola, desde su rol, lo tenía dentro de las posibilidades que evalué antes del encuentro.
De Riqui, me sorprendió.
Tal vez sea un mecanismo psicológico de protección, una suerte de autodefensa psíquica, lo ignoro . . .
Si usted cuando le hablan de los seguros de vida tiene el mismo comportamiento que Ricardo, le deseo que tenga el mismo respaldo económico personal que él tiene.
Y ruego fervientemente que a todos ustedes les alcance para superar las circunstancias económicas y los traumas físicos y psíquicos posteriores.
Por favor, no se autoexcluya, ni los excluya.
Gracias Alejandro Lacquaniti por compartir tu historia con nosotros.
Primera parte de la historia en: http://segurodevidamasterforum.blogspot.com.ar/2015/03/pistola-historias-personales-para.html
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