Análisis y reflexiones que coinciden con una capacitación en "La venta profesional"
Es una pregunta demasiado "amplia"... Sería conveniente analizar las respuestas desde distintas ópticas; la económica, la de salud, ó hasta desde las edades, en fin... pero vayamos hoyo por hoyo.
Hace un
tiempo escribí sobre algo relacionado, presentado bajo esta cuestión:
“¿Será verdad todo lo que se dice sobre el Golf...?”
Comenzaba diciendo (desde lo económico) que existe una especie de mística que cubre a los costos y al supuesto nivel social que les otorgan (ridícula y falsamente) a quienes lo practican.
Sin más, afirmaba que se trataba de una actitud de apariencia, y aunque en verdad nos resultase costoso jugar ó no jugar al Golf, no se debería relacionar lógicamente con ningún nivel ó estrato social.
Esa sensación de deporte ‘costoso’ la transformaremos en real, cuando además de querer practicarlo deseemos ‘mostrarnos’ como integrantes exclusivos de un grupo de ‘elite’ (créanme que no es tan infrecuente...). Allí sí se podrá gastar una verdadera fortuna asociándose a un club de distinguidos próceres. Probablemente también se terminen confundiendo los nobles objetivos deportivos y se transformen en un ejercicio de exhibición ó manifestación económica, propia de personajes miserables e inmaduros.
Obviamente que en todos los países existen campos exclusivos y costosos; pero también hay alternativas económicas accesibles para utilizar canchas municipales formidables.
Desmitifiquemos el ítem económico.
Independientemente de la interpretación “local” que le otorguemos a la palabra Municipal en términos de calidad de servicio y estado de presentación de la cancha y sus instalaciones, digamos que en general uno jugará respetablemente en dichos campos y en algunos casos, sin nada que envidiarles a los mejores trazados privados de la zona y desde ya... a costos mínimos.
Pero la verdad es que el Golf, comparado con otros deportes considerados ‘populares’, presenta diferencias en sus inicios, es decir en el proceso de puesta en marcha ó “start-up” que se necesita para comenzar a jugarlo. No es difícil de comprender...
Vayamos al Ej. del tenis. Digamos que además de un atuendo deportivo mínimo, más una raqueta y dos bolas, podríamos alquilar una cancha por una hora, dependiendo de nuestro fenomenal estado atlético, en cualquier momento del día, por poco dinero y quedar listos para jugar con otro compañero que se anime a enfrentar tremendo desafío...
Más allá de la inversión por única vez, referida a la ropa, raqueta y pelotas, la diferencia no estará en el costo de la cancha (como muchos piensan) pues comparados con el fee de un Campo de Golf, lo que pagamos en ese último terminará siendo más económico que en el tenis, pues el juego durará casi cinco horas. Entonces, lo significativo del gasto estará en las necesidades “pre” juego, que serán indispensables en Golf y en el tenis no.
Para el tenis (seguimos con el Ej.), no necesitaremos experiencia previa, ni haberlo practicado con algo parecido a una raqueta, ni conocer ningún reglamento; sólo lo básico, los límites de la cancha y dónde debería picar la pelota que tiramos ó recibimos.
En el Golf la cosa cambia un poco… ó bastante.
Si bien podríamos alquilar los elementos, como la bolsa con carro incluido ó nos la puede prestar algún amigo (muy amigo); no obstante ello, por más que tengamos todo, no podremos ingresar a un campo ni pretender jugar en el mismo lapso que desarrollamos un encuentro de tenis.
No podremos reservar turnos, ni participar en torneos, sin tener una mínima idea de las reglas; de cómo y dónde desplazarnos por los hoyos -que jamás recorrimos-, posiblemente terminemos perdidos.
Cosas importantes como la ausencia de información previa, nos impedirán hacer la ‘instantánea’ que hicimos con el tenis.
En esta situación que acabo de describir, advertimos que para el Golf se desprenderán naturalmente algunas acciones preparatorias, que para la práctica del tenis no son indispensables. Hablo de la infraestructura y demás detalles que se pueden obviar en un caso y son imposibles de evitar en el otro.
Más allá de desconocer el campo y la distribución de sus hoyos, un novato se encontrará perdido con las reglas y algunas situaciones desconocidas, donde además tendrá que compartir –simultáneamente- su tiempo de juego con otras personas que están cerca suyo, a menos de un hoyo de distancia por detrás y por delante de su línea de juego.
Cualquier nuevo golfista requerirá de una mínima capacitación y entrenamiento que lo habilite, por Ej., a salir de la arena y reparar el bunker, a evitar el agua, a leer la caída de un green; ó intentar pegarle a la pelota sin matar a otro golfista que camina por el campo.
Todos los comienzos que conozco, se iniciaron gracias a la ayuda directa e ‘interesada’ de un amigo fanático, que hizo las veces de padrino deportivo; nos convenció para dar los primeros golpes y practicar nuestro alocado ‘swing’. Más tarde, con infinita paciencia y amistad pura, nos invitó a salir en una ronda simple, caminando a su lado, dejándonos pegar algún tiro a escondidas, para ‘medir’ distancias, potencias y experimentar situaciones reales. Un verdadero placer.
Pero siempre que comenzamos lo hicimos de la mano de un amigo con experiencia y handicap, que no sólo nos franqueó el ingreso a un club, sino que nos facilitó sus propios elementos asesorándonos sobre reglas y técnicas rigurosas desconocidas en otros deportes. De paso... aclaro que no tengo nada en contra del tenis (me encanta y lo practiqué de chico), ni con el fútbol ó cualquier actividad, sean más o menos populares, se jueguen en pareja ó de a quince, como en rugby, duren una hora ó cinco, con ó sin pelota.
Elegí al tenis porque lo conozco más; pero bien podría referirme a cualquiera para demostrar que en el resto de las actividades ‘no-Golf’ (salvo en el Polo) no hacen falta preparativos reglamentarios, logísticos ni experimentales, cuando uno se decide a practicarlos de un momento a otro, como la natación por ejemplo.
En definitiva, ésta es la diferencia que distingue al Golf de otros deportes, donde se requiere de preparatorias indispensables que se traducen en gastos importantes ya sea en clases de práctica, profesores, horas y horas de Driving, etc. Todo eso lo hará parecer (y en principio será) más caro que cualquier otro. Obviamente que en este punto aparecerán dudas y tentaciones, vienen de la mano.
Las dudas se referirán (de acuerdo a nuestra edad) a la necesidad irracional de tomar clases académicas con profesores eméritos y renombrados, que nos llevarán al podio del éxito asegurándonos que en unos años competiremos en Augusta... y nos dejaremos engañar y allá iremos... lo que seguirá a este escenario será costos, muy caro. Y los profesores muy contentos, lo aseguro.
Dejando de lado el aspecto económico, sin quitarle su importancia; quisiera señalar mi propio pensamiento sobre lo que veo en quienes se deciden a jugar Golf “seriamente”. Voy a ser directo y tal vez poco diplomático:
“Decidirse a jugar Golf es un compromiso a largo plazo, mucho más importante y trascendente que hacer una comparación de gastos con otros deportes”
Al Golf uno le destina mucho tiempo personal; tiempo de su vida privada para la práctica constante de cada técnica; no se invierte nuestra vida de la misma forma que cuando deseamos jugar fútbol ó tenis, para divertirse un fin de semana con amigos.
En Golf uno termina abrazando al juego, a sus técnicas y a las reglas; adoptando una disciplina de vida, una forma particular de ser y de pensar, que se alcanza con los años, gracias al desarrollo integral que se produce en la mente y en el físico de la persona, oportunidad rara que trasciende por mucho (a mi humilde entender) a cualquier otro deporte conocido.
Cambiando la óptica y tratando de analizar otra de las cuestiones ‘clásicas’ aparece la historia referida a la ‘Edad de comienzo’.
Para algunos parece ser imposible tratar de iniciarse pasados los 30 / 40 ó 50 años… Les digo que eso es un verdadero disparate.
Existen opiniones respetables, que indican al Golf como uno de los deportes (sino el único) más saludable y aconsejado para los adultos, hayan ó no practicado deportes en algún momento de su vida.
La cuestión, es que dejando de lado el estado físico ó la edad -como límite puramente cronológico- no sólo se puede sino que existen buenos jugadores que decidieron comenzar con su propio desafío personal a los 40, 50 ó flamantes 70 años.
No hace tanto... sufrí una inolvidable derrota (paliza) e instrucción simultánea, que indirectamente me ofreció como regalo un amable y simpático ‘abuelito’ de casi ochenta años, cuando por pura casualidad terminamos compartiendo la misma línea de salida en un torneo abierto que organizó el club. En este deporte uno no termina de aprender jamás.
Confieso que mis pensamientos, luego de haber ejecutado el tiro de salida, fue que ganaría por una abultada diferencia. Sin embargo mi apreciación fue miope, dado que al llegar al green, lugar donde se define el juego y los buenos jugadores, este amable Señor me mostró que no sólo estaba en carrera, sino que yo tendría que trabajar muchísimo para ganarle ó intentar empatar el partido.
Sus ‘lecturas’ eran exactas, precisas; la potencia de su ‘putter’ perfecta. Sin temor a equivocarme por mucho, creo que embocó con un solo putt, 10 de los 18 hoyos que jugamos, un verdadero maestro. Esa experiencia me sirvió muchísimo para todo. Inclusive para el Golf.
No vale mucho –nada- intentar demostrarle a los otros y a uno mismo la descomunal fuerza que poseemos, si no somos capaces de dominarla y controlarla con un mínimo de equilibrio y precisión. La sabiduría, la paciencia, experiencia y la aplicación del sentido común (la inteligencia y el resto de los sentidos) sirven más que la fuerza, para definir cualquier situación precisa y delicada. Sucede lo mismo en el Golf...
Humilde y silenciosamente el adorable ‘abuelito’ que Dios me envió para aprender un poco más, salía del tee con tiros que apresuradamente califiqué de débiles, sin advertir en cambio, que eran tan precisos y mortales como un rayo láser.
A veces perdemos de vista el objetivo de este juego. Es bueno recordar que el Golf se gana con la menor cantidad de golpes, no con los metros recorridos ni con la potencia demostrada. Parece muy simple, pero es muy complejo de entender y de aplicar.
Como en todas las cosas que decidimos enfrentar, en el Golf se da el puntapié inicial gracias a la colaboración, empuje, arrastre, infinita paciencia o compañerismo que ponen los amigos iniciados (ó quizás por la justa sugerencia de nuestro médico-cardiólogo).
Y aquí detengámonos nuevamente. Ya que nos enfrentamos a un acto parecido a la discriminación, que injustamente le asocian al Golf. Especialmente los jóvenes, los que aún no pisaron una cancha ni se acercan a sus 30 años de vida. Por lo general sus pensamientos terminan apoyándose en un lugar común, sin mucha información sobre el tema y matizado quizá, con un gesto ciertamente despectivo al decir que: “... el Golf es para los viejos... es un deporte que jugaré con los años, cuando tenga problemas de salud y no me quede otra opción”
Estoy de acuerdo con opiniones referidas al físico, desde lo recomendable y bueno que resulta para las personas de mucha edad (deberíamos definir qué significa mucha edad…), a las posibilidades terapéuticas que ofrece para la gente que necesita ‘moverse’ y registrar una actividad física; sin embargo, rechazo la forma discriminatoria con la que algunos tratan el tema.
Seamos sinceros. Por lo menos esta vez aceptemos que el Golf tiene, a diferencia de otros deportes (entre mil virtudes) la paciencia para esperarnos a cualquier edad y el equilibrio justo para aceptar en sus filas a los que se decidan practicarlo, con sus aptitudes y supuestas limitaciones, que a la hora de jugar desaparecen mágicamente.
Lo puede jugar -si su médico lo aconseja- una persona que pasó los 80 años. Un obeso; un hipertenso, un diabético; lo puede practicar también quien posea una reducida capacidad pulmonar.
En fin, el Golf fue, es y será tan recomendable como beber agua mineral.
Buen Golf, buena salud y hasta la próxima...
Fuente: Marcelo H. Barba de SmartGolf
Comenzaba diciendo (desde lo económico) que existe una especie de mística que cubre a los costos y al supuesto nivel social que les otorgan (ridícula y falsamente) a quienes lo practican.
Sin más, afirmaba que se trataba de una actitud de apariencia, y aunque en verdad nos resultase costoso jugar ó no jugar al Golf, no se debería relacionar lógicamente con ningún nivel ó estrato social.
Esa sensación de deporte ‘costoso’ la transformaremos en real, cuando además de querer practicarlo deseemos ‘mostrarnos’ como integrantes exclusivos de un grupo de ‘elite’ (créanme que no es tan infrecuente...). Allí sí se podrá gastar una verdadera fortuna asociándose a un club de distinguidos próceres. Probablemente también se terminen confundiendo los nobles objetivos deportivos y se transformen en un ejercicio de exhibición ó manifestación económica, propia de personajes miserables e inmaduros.
Obviamente que en todos los países existen campos exclusivos y costosos; pero también hay alternativas económicas accesibles para utilizar canchas municipales formidables.
Desmitifiquemos el ítem económico.
Independientemente de la interpretación “local” que le otorguemos a la palabra Municipal en términos de calidad de servicio y estado de presentación de la cancha y sus instalaciones, digamos que en general uno jugará respetablemente en dichos campos y en algunos casos, sin nada que envidiarles a los mejores trazados privados de la zona y desde ya... a costos mínimos.
Pero la verdad es que el Golf, comparado con otros deportes considerados ‘populares’, presenta diferencias en sus inicios, es decir en el proceso de puesta en marcha ó “start-up” que se necesita para comenzar a jugarlo. No es difícil de comprender...
Vayamos al Ej. del tenis. Digamos que además de un atuendo deportivo mínimo, más una raqueta y dos bolas, podríamos alquilar una cancha por una hora, dependiendo de nuestro fenomenal estado atlético, en cualquier momento del día, por poco dinero y quedar listos para jugar con otro compañero que se anime a enfrentar tremendo desafío...
Más allá de la inversión por única vez, referida a la ropa, raqueta y pelotas, la diferencia no estará en el costo de la cancha (como muchos piensan) pues comparados con el fee de un Campo de Golf, lo que pagamos en ese último terminará siendo más económico que en el tenis, pues el juego durará casi cinco horas. Entonces, lo significativo del gasto estará en las necesidades “pre” juego, que serán indispensables en Golf y en el tenis no.
Para el tenis (seguimos con el Ej.), no necesitaremos experiencia previa, ni haberlo practicado con algo parecido a una raqueta, ni conocer ningún reglamento; sólo lo básico, los límites de la cancha y dónde debería picar la pelota que tiramos ó recibimos.
En el Golf la cosa cambia un poco… ó bastante.
Si bien podríamos alquilar los elementos, como la bolsa con carro incluido ó nos la puede prestar algún amigo (muy amigo); no obstante ello, por más que tengamos todo, no podremos ingresar a un campo ni pretender jugar en el mismo lapso que desarrollamos un encuentro de tenis.
No podremos reservar turnos, ni participar en torneos, sin tener una mínima idea de las reglas; de cómo y dónde desplazarnos por los hoyos -que jamás recorrimos-, posiblemente terminemos perdidos.
Cosas importantes como la ausencia de información previa, nos impedirán hacer la ‘instantánea’ que hicimos con el tenis.
En esta situación que acabo de describir, advertimos que para el Golf se desprenderán naturalmente algunas acciones preparatorias, que para la práctica del tenis no son indispensables. Hablo de la infraestructura y demás detalles que se pueden obviar en un caso y son imposibles de evitar en el otro.
Más allá de desconocer el campo y la distribución de sus hoyos, un novato se encontrará perdido con las reglas y algunas situaciones desconocidas, donde además tendrá que compartir –simultáneamente- su tiempo de juego con otras personas que están cerca suyo, a menos de un hoyo de distancia por detrás y por delante de su línea de juego.
Cualquier nuevo golfista requerirá de una mínima capacitación y entrenamiento que lo habilite, por Ej., a salir de la arena y reparar el bunker, a evitar el agua, a leer la caída de un green; ó intentar pegarle a la pelota sin matar a otro golfista que camina por el campo.
Todos los comienzos que conozco, se iniciaron gracias a la ayuda directa e ‘interesada’ de un amigo fanático, que hizo las veces de padrino deportivo; nos convenció para dar los primeros golpes y practicar nuestro alocado ‘swing’. Más tarde, con infinita paciencia y amistad pura, nos invitó a salir en una ronda simple, caminando a su lado, dejándonos pegar algún tiro a escondidas, para ‘medir’ distancias, potencias y experimentar situaciones reales. Un verdadero placer.
Pero siempre que comenzamos lo hicimos de la mano de un amigo con experiencia y handicap, que no sólo nos franqueó el ingreso a un club, sino que nos facilitó sus propios elementos asesorándonos sobre reglas y técnicas rigurosas desconocidas en otros deportes. De paso... aclaro que no tengo nada en contra del tenis (me encanta y lo practiqué de chico), ni con el fútbol ó cualquier actividad, sean más o menos populares, se jueguen en pareja ó de a quince, como en rugby, duren una hora ó cinco, con ó sin pelota.
Elegí al tenis porque lo conozco más; pero bien podría referirme a cualquiera para demostrar que en el resto de las actividades ‘no-Golf’ (salvo en el Polo) no hacen falta preparativos reglamentarios, logísticos ni experimentales, cuando uno se decide a practicarlos de un momento a otro, como la natación por ejemplo.
En definitiva, ésta es la diferencia que distingue al Golf de otros deportes, donde se requiere de preparatorias indispensables que se traducen en gastos importantes ya sea en clases de práctica, profesores, horas y horas de Driving, etc. Todo eso lo hará parecer (y en principio será) más caro que cualquier otro. Obviamente que en este punto aparecerán dudas y tentaciones, vienen de la mano.
Las dudas se referirán (de acuerdo a nuestra edad) a la necesidad irracional de tomar clases académicas con profesores eméritos y renombrados, que nos llevarán al podio del éxito asegurándonos que en unos años competiremos en Augusta... y nos dejaremos engañar y allá iremos... lo que seguirá a este escenario será costos, muy caro. Y los profesores muy contentos, lo aseguro.
Dejando de lado el aspecto económico, sin quitarle su importancia; quisiera señalar mi propio pensamiento sobre lo que veo en quienes se deciden a jugar Golf “seriamente”. Voy a ser directo y tal vez poco diplomático:
“Decidirse a jugar Golf es un compromiso a largo plazo, mucho más importante y trascendente que hacer una comparación de gastos con otros deportes”
Al Golf uno le destina mucho tiempo personal; tiempo de su vida privada para la práctica constante de cada técnica; no se invierte nuestra vida de la misma forma que cuando deseamos jugar fútbol ó tenis, para divertirse un fin de semana con amigos.
En Golf uno termina abrazando al juego, a sus técnicas y a las reglas; adoptando una disciplina de vida, una forma particular de ser y de pensar, que se alcanza con los años, gracias al desarrollo integral que se produce en la mente y en el físico de la persona, oportunidad rara que trasciende por mucho (a mi humilde entender) a cualquier otro deporte conocido.
Cambiando la óptica y tratando de analizar otra de las cuestiones ‘clásicas’ aparece la historia referida a la ‘Edad de comienzo’.
Para algunos parece ser imposible tratar de iniciarse pasados los 30 / 40 ó 50 años… Les digo que eso es un verdadero disparate.
Existen opiniones respetables, que indican al Golf como uno de los deportes (sino el único) más saludable y aconsejado para los adultos, hayan ó no practicado deportes en algún momento de su vida.
La cuestión, es que dejando de lado el estado físico ó la edad -como límite puramente cronológico- no sólo se puede sino que existen buenos jugadores que decidieron comenzar con su propio desafío personal a los 40, 50 ó flamantes 70 años.
No hace tanto... sufrí una inolvidable derrota (paliza) e instrucción simultánea, que indirectamente me ofreció como regalo un amable y simpático ‘abuelito’ de casi ochenta años, cuando por pura casualidad terminamos compartiendo la misma línea de salida en un torneo abierto que organizó el club. En este deporte uno no termina de aprender jamás.
Confieso que mis pensamientos, luego de haber ejecutado el tiro de salida, fue que ganaría por una abultada diferencia. Sin embargo mi apreciación fue miope, dado que al llegar al green, lugar donde se define el juego y los buenos jugadores, este amable Señor me mostró que no sólo estaba en carrera, sino que yo tendría que trabajar muchísimo para ganarle ó intentar empatar el partido.
Sus ‘lecturas’ eran exactas, precisas; la potencia de su ‘putter’ perfecta. Sin temor a equivocarme por mucho, creo que embocó con un solo putt, 10 de los 18 hoyos que jugamos, un verdadero maestro. Esa experiencia me sirvió muchísimo para todo. Inclusive para el Golf.
No vale mucho –nada- intentar demostrarle a los otros y a uno mismo la descomunal fuerza que poseemos, si no somos capaces de dominarla y controlarla con un mínimo de equilibrio y precisión. La sabiduría, la paciencia, experiencia y la aplicación del sentido común (la inteligencia y el resto de los sentidos) sirven más que la fuerza, para definir cualquier situación precisa y delicada. Sucede lo mismo en el Golf...
Humilde y silenciosamente el adorable ‘abuelito’ que Dios me envió para aprender un poco más, salía del tee con tiros que apresuradamente califiqué de débiles, sin advertir en cambio, que eran tan precisos y mortales como un rayo láser.
A veces perdemos de vista el objetivo de este juego. Es bueno recordar que el Golf se gana con la menor cantidad de golpes, no con los metros recorridos ni con la potencia demostrada. Parece muy simple, pero es muy complejo de entender y de aplicar.
Como en todas las cosas que decidimos enfrentar, en el Golf se da el puntapié inicial gracias a la colaboración, empuje, arrastre, infinita paciencia o compañerismo que ponen los amigos iniciados (ó quizás por la justa sugerencia de nuestro médico-cardiólogo).
Y aquí detengámonos nuevamente. Ya que nos enfrentamos a un acto parecido a la discriminación, que injustamente le asocian al Golf. Especialmente los jóvenes, los que aún no pisaron una cancha ni se acercan a sus 30 años de vida. Por lo general sus pensamientos terminan apoyándose en un lugar común, sin mucha información sobre el tema y matizado quizá, con un gesto ciertamente despectivo al decir que: “... el Golf es para los viejos... es un deporte que jugaré con los años, cuando tenga problemas de salud y no me quede otra opción”
Estoy de acuerdo con opiniones referidas al físico, desde lo recomendable y bueno que resulta para las personas de mucha edad (deberíamos definir qué significa mucha edad…), a las posibilidades terapéuticas que ofrece para la gente que necesita ‘moverse’ y registrar una actividad física; sin embargo, rechazo la forma discriminatoria con la que algunos tratan el tema.
Seamos sinceros. Por lo menos esta vez aceptemos que el Golf tiene, a diferencia de otros deportes (entre mil virtudes) la paciencia para esperarnos a cualquier edad y el equilibrio justo para aceptar en sus filas a los que se decidan practicarlo, con sus aptitudes y supuestas limitaciones, que a la hora de jugar desaparecen mágicamente.
Lo puede jugar -si su médico lo aconseja- una persona que pasó los 80 años. Un obeso; un hipertenso, un diabético; lo puede practicar también quien posea una reducida capacidad pulmonar.
En fin, el Golf fue, es y será tan recomendable como beber agua mineral.
Buen Golf, buena salud y hasta la próxima...
Fuente: Marcelo H. Barba de SmartGolf
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